En un reino lejano, habitaban cuatro espíritus bondadosos y divertidos que se dedicaban a esparcir alegría y felicidad por doquier. Se llamaban Risueño, Juguetón, Alegre y Sereno.
Risueño, el mayor de los cuatro, era un espíritu de contagiosa risa. Su presencia llenaba el aire de carcajadas y convertía cualquier situación en un momento de diversión. Tenía la habilidad de encontrar el humor en las cosas más simples y de contagiar su alegría a todos los que lo rodeaban.
Juguetón, el más pequeño, era un espíritu travieso y juguetón. Adoraba las bromas y las travesuras, pero siempre con un espíritu inofensivo y bondadoso. Su objetivo era generar risas y sorpresa, y nunca dudaba en utilizar sus habilidades para alegrar el día a cualquiera que lo encontrara.
Alegre, el más enérgico de los cuatro, era un espíritu de contagiosa vitalidad. Su entusiasmo y optimismo eran capaces de iluminar cualquier lugar y contagiar su energía positiva a todos a su alrededor. Tenía la habilidad de encontrar el lado bueno de las cosas, incluso en los momentos más difíciles, y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás a encontrar la felicidad.
Sereno, el más tranquilo de los cuatro, era un espíritu de paz y armonía. Su presencia irradiaba calma y serenidad, y tenía la habilidad de apaciguar los ánimos y calmar los corazones agitados. Era un confidente y un consejero invaluable para aquellos que necesitaban un poco de paz en sus vidas.
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